La inteligencia artificial (IA) está cambiando rápidamente el equilibrio de poder entre naciones y amenazando la paz y la seguridad mundial. Es fundamental abordar sus implicaciones éticas, legales y políticas para garantizar un futuro más seguro y equitativo.

La IA es mucho más que una simple herramienta tecnológica; está convirtiéndose rápidamente en un factor determinante en nuestro destino colectivo. Su rápido desarrollo y la amplia gama de aplicaciones están siendo implementados sin la supervisión legal adecuada ni la consideración plena de sus impactos éticos. Esta brecha, conocida como el problema del ritmo, ha dejado a los poderes legislativos y ejecutivos incapaces de enfrentar adecuadamente estos desafíos. Las implicaciones de las nuevas tecnologías a menudo son difíciles de prever. Los teléfonos inteligentes y las redes sociales se integraron en nuestra vida cotidiana mucho antes de que comprendiéramos su potencial de mal uso. Del mismo modo, nos tomó tiempo comprender las implicaciones de la tecnología de reconocimiento facial en la violación de la privacidad y los derechos humanos. Las dificultades son especialmente agudas en el caso de la IA, ya que las formas en que los algoritmos de aprendizaje llegan a sus conclusiones suelen ser difíciles de entender. Cuando se descubren efectos indeseables, puede ser complicado o incluso imposible determinar por qué ocurrieron. Los sistemas que aprenden y cambian constantemente su comportamiento no pueden ser sometidos a pruebas y certificaciones de seguridad de manera continua. En resumen, creemos que nuestras sociedades no están preparadas para la IA, ni políticamente, ni legalmente, ni éticamente. Tampoco está preparado el mundo para cómo la IA transformará la geopolítica y la ética de las relaciones internacionales. Es fundamental abordar estas cuestiones y garantizar un futuro más seguro y equitativo para todos.